Después de que nos pongamos en contacto y tengamos nuestra primera charla, empiezo a hurgar en los detalles más jugosos. Me meto de lleno en tu proyecto, fisgoneo el mercado en el que te mueves, me entrometo en la vida de tu audiencia y me pongo al día con las tendencias. Recojo toda la info que me diste en ese formulario (sí, ese cuestionario largo) para entender a fondo lo que buscas. Esto me ayuda a poner las bases sólidas para dar rienda suelta a mi creatividad.

Transformo toda esa información en ideas concretas y chulas. Hago un torbellino de ideas, dibujo cosas a lo loco y hasta creo tablones de inspiración llenos de fotos chulas que compartiremos para asegurarnos de estar en el mismo punto. En este punto, también elijo los tu paleta de colores, las letras con actitud y todos esos detalles visuales que marcan la diferencia.

Con las ideas claras, es hora de presentarte varias opciones. Te las enseño en un «Brandboard», que es básicamente una especie de pizarra visual con todo el rollo que tengo en mente. Aquí viene la parte divertida: revisamos todo juntos y le damos el último toque para que quede perfecto.

Ya con todo bien ajustado y perfectamente alineado, llegamos al momento de lanzar la gran fiesta. Te entrego todos los archivos que necesitas para que tu marca se vea espectacular en cualquier lugar. Además, te doy un mapita para que sepas cómo usar cada elemento y que no te sientas perdido en esta nueva identidad que acabamos de crear.

¡Tu nueva marca está lista para brillar!